17/Oct/2016
Ya hoy quizás todo se ha dicho de Juan Radrigán. Obrero textil y sin estudios formales llegó ser uno de los más grandes dramaturgos de los últimos tiempos. Sus textos, siempre cercanos a la realidad, la cual él conocía perfectamente, pero con un fuerte sello poético, cruda poesía, dirán algunos,…
Ya hoy quizás todo se ha dicho de Juan Radrigán. Obrero textil y sin estudios formales llegó ser uno de los más grandes dramaturgos de los últimos tiempos.
Sus textos, siempre cercanos a la realidad, la cual él conocía perfectamente, pero con un fuerte sello poético, cruda poesía, dirán algunos, pero no por ello con menos fuerza y elocuencia.
Ayer nos dejó Juan a sus 79 años, tras luchar los últimos 5 contra un cáncer que finalmente se lo llevó a un mejor-peor mundo.
En medio de esta batalla, Radrigán tuvo varios acercamientos con nuestro Parque, el más profundo y consistente fue una residencia que llevó adelante junto a un puñado -hoy privilegiado- grupo de dramaturgos y actores locales en el 2012, con quienes trabajó intensamente una vez por semana.
“Indicios de Teatralidad” se llamó aquella instancia que apuntaba a fortalecer la escena teatral local. Aquella residencia tomó como eje dramatúrgico y de producción de imágenes la obra “Esperando a Godot” de Samuel Beckett, para llevar a cabo un proceso de investigación teatral en torno a la tríada espacio/cuerpo/texto, la cual culminó en una puesta en escena en el teatro del Parque.
A su vez, es imposible no recordar el estreno de “Amores de Cantina” en el Parque en el verano de 2012, a teatro repleto y con un elenco de primer nivel encabezado por María Izquierdo. Sin duda, uno de los mejores montajes que ha pasado por el Parque, sino el mejor.
También imposible olvidar el texto del “Pueblo del Mal Amor”, obra montada por la compañía local La Peste que, a pesar de la extensa duración, aún revuelan en mi mente frases fuertes, cargadas de una poética que sólo Radrigán sabía imprimir a sus palabras.
Muchas y muchos hoy lo recuerdan como el más importante dramaturgo desde 1980 a la fecha, actrices y actores que trabajaron junto a él, traen a la memoria episodios épicos, hasta sublimes, dada las características propias de la personalidad del maestro. Un tipo que pese a los años es recordado por su hija como un punketa, un alma idealista y rebelde.
Se fue uno de los más grandes del Teatro en Chile, ese amante de lo profundo y lo popular que, con su letra tenaz y punzante, pudo radiografiar al Chile actual, sin prejuicios y con una mirada siempre crítica.
Se fue Radrigán y deja un inmenso vacío que quizás nadie pueda llenar, un vacío de valores y coherencia, un vacío de anhelos y sufrimientos, un vacío de amor y nostalgia al saber que el teatro nacional ha perdido al último de los grandes maestros de las tablas, que seguramente sus discípulos sabrán honrar.