“En defensa propia” nos sitúa en un futuro donde respirar depende de máquinas y soñar parece un lujo perdido. Jessie, movida por el amor a su hermana y una fe heredada en lo imposible, se lanza a imaginar un mundo distinto. La obra nos invita a reflexionar sobre la supervivencia, la esperanza y el poder transformador de los vínculos humanos frente al colapso.
“En defensa propia” nos traslada a un futuro distópico donde el oxígeno escasea y la vida humana depende de sistemas artificiales para sobrevivir. En este contexto asfixiante, la historia de Jessie —una joven que ha heredado de su hermana enferma la obsesión por reconstruir un mundo mejor— se convierte en un canto a la resiliencia. En una ciudad única, donde usar mascarillas conectadas a oxígeno es ley desde hace décadas, el deseo de soñar, de imaginar una alternativa, se vuelve un acto de resistencia.
La obra, cargada de emoción y profundidad, propone una reflexión sobre la crisis ambiental, la desigualdad y el costo de la esperanza. Jessie, con su talento para la ciencia y la persistencia sembrada por el amor, emprende una travesía que no solo desafía las reglas impuestas por su entorno, sino también los límites de lo posible. En el centro de esta historia está el vínculo entre hermanas, el legado de la imaginación y la fuerza que nace del afecto frente a la desesperanza.
Con una puesta en escena íntima y una narrativa que combina sensibilidad, ciencia ficción y compromiso emocional, “En defensa propia” interpela al público con preguntas urgentes: ¿cómo seguir soñando cuando el mundo se desmorona?, ¿qué estamos dispuestos a arriesgar para imaginar otro futuro?
Una obra que respira entre la distopía y la ternura, y que recuerda que incluso en los escenarios más sombríos, el amor y la creatividad pueden abrir nuevas posibilidades.
