1/Feb/2016
Recuerdo haber visto a don Arnaldo con una carpeta bajo el brazo por allá en diciembre de 2014. Estaba sentado en una de las bancas de concreto del Parque, me acerqué y le pregunté en qué andaba, amablemente me respondió que tras los papeles para levantar su postulación al Premio…
Recuerdo haber visto a don Arnaldo con una carpeta bajo el brazo por allá en diciembre de 2014. Estaba sentado en una de las bancas de concreto del Parque, me acerqué y le pregunté en qué andaba, amablemente me respondió que tras los papeles para levantar su postulación al Premio Nacional de las Artes Escénicas, engorroso periplo que el propio actor de más de 70 años andaba realizando, juntando documentación, fotos, datos de giras y armando un currículum pormenorizado de su obra. En esa ocasión, Arnaldo traía todos los papeles para que el Parque levantara su candidatura a tamaño reconocimiento, no sabemos si finalmente presentó su postulación, si habrá contado con todos los papeles, sólo me quedé con el sabor amargo de ver a este artista de dilatada trayectoria recolectando documentos para un premio que de sobra merecía.
Recuerdo la cara joven de Arnaldo en la película “Caliche Sangriento” de Helvio Soto con una desenvoltura abismante, compartiendo escena con Jaime Vadell y sellando una escena memorable en medio del desierto. Esa imagen quedó siempre grabada en mi mente de joven estudiante de universidad, con el tiempo supe que ese actor era porteño y, más aún, playanchino, y que como remache su familia había sido propietaria de un bar al que acudía casi a diario, la Quinta Martínez. Esa historia la supe cuando en un programa de entrevistas para televisión que armamos en el 2013 llamado “Conversando en el Parque”, Arnaldo contaba esta parte de su vida, cuando dejaba su trabajo estable y comenzaba a viajar todos los días a Santiago en busca de su destino, la actuación, y volvía todos los fines de semana a trabajar al restaurant familiar junto a su madre y hermanas. Cómo iba a imaginar que mis años de juerga estudiantil los viví en la misma barra que Arnaldo, muchos años atrás, ocupaba para estudiar sus textos.
Con asombro vi cómo el maestro Arnaldo Berríos derrochaba calidad escénica en cada nuevo proyecto. Le vi cortometrajes y alguna que otra obra con ATEVA y lo vine a encontrar acá, en el Parque Cultural, como uno de los actores de mayor trayectoria a nivel nacional. De hecho, lo vi ensayar arduamente cuando ya superaba los 70 años en un emblemático proyecto que levantó el Parque, una relectura a la mítica obra “Esperando a Godot” dirigida por el joven Marcos Guzmán y que el propio Berríos ya había interpretado a comienzos de la década del ‘60.
Hablar de Arnaldo, es hablar también de ATEVA, agrupación teatral de Valparaíso, conjunto de artistas que en esa década sesentera profesionalizaron el teatro en la región y en el país, pasando luego a conformar la primera escuela de teatro en la región.
Hablar de Arnaldo, es hablar de la historia del teatro en el país. El Parque en tanto, tuvo el lujo de tenerlo en los montajes Guía del Hermitage, Hoy Chejov Hoy, Esperando a Godot y De Rokha, última obra en la que participó demostrando su calidad y profesionalismo que mantuvo hasta el último de sus días.
Por
Richard Muñoz Ojeda
Encargado de Comunicaciones