5/May/2014
En estos dos años de funcionamiento, el PCdV ha trabajado sobre dos ejes: el CUERPO y CIUDAD Y TERRITORIO. El primero tiene que ver con las producciones más decisivas de la cultura popular porteña. El segundo ordena una serie de intervenciones que parten de la base que el patrimonio de…
En estos dos años de funcionamiento, el PCdV ha trabajado sobre dos ejes: el CUERPO y CIUDAD Y TERRITORIO. El primero tiene que ver con las producciones más decisivas de la cultura popular porteña. El segundo ordena una serie de intervenciones que parten de la base que el patrimonio de la ciudad reside en la corporalidad de sus habitantes.
Para nosotros, esta ha sido una definición clave, porque nos permite desplazar un concepto restrictivo de patrimonio. La verdad es que debíamos enfrentar una imposición que nadie puso en duda: el PCdV debía ser incorporado a los planes de turismo de intereses especiales. ¿Pero que otro interés especial podía ser sino el de producir comunidad? Y de este modo, entramos en un diferendo grave con los deseos de escenografización de nuestra función. No somos tinglado para ninguna operación de adelgazamiento político, en sentido estricto. La triple tarea institucional de constituirnos en un complejo dispositivo que articula funciones de centro cultural, centro de arte y centro comunitario nos ubica en otro rango de exigencia respecto de lo que la ciudad puede y debe pensar sobre si misma. Y en este sentido, el principal interlocutor es la franja de universitarios con los que hemos venido reflexionando acerca de nuestras mutuas posiciones en la producción de ciudad. No entramos, por eso mismo, en la sórdida complicidad de convertir a la ciudad en una museografía que termina por ofender gravemente la densidad de un imaginario específico.
El incendio del 12, 13 y 14 de abril fue calificado por nosotros como una CATÁSTROFE COLOSAL. Pero esta denominación la recogimos de las declaraciones de eminentes investigadores, que además, son profesores de muchos de ustedes. Son profesores que desde hace décadas han venido advirtiendo a las autoridades sobre la fragilidad de nuestro sistema de vida.
La primera respuesta de la sociedad civil ante la emergencia fue la que definió el voluntariado de los estudiantes. En esos días, alguien dijo que esta había sido la más grande marcha de estudiantes. No es broma. Pero la marcha ya había comenzado. No pretendo desmerecer a nadie, pero los estudiantes de arquitectura de Valparaíso poseen una relación estructural con la ciudad, porque ha habido, se ha instalado aquí una enseñanza que ha construido un sistema de relevamiento, de observación, de etnografía “de pacotilla”, que ha logrado montar un método porteño de percepción del territorio. Digamos, incluso, que la ciudad es el laboratorio privilegiado de la enseñanza de arquitectura, porque es aquí donde se exponen los más grandes desafíos de la vernacularidad sistematizada, por el discurso académico, y por el discurso de la normalización, tanto de los títulos de dominio como del dominio de los títulos.
Hay que relevar este hecho fundamental que en estos últimos días ha sido puesto en duda. Los estudiantes dieron una de las primeras respuestas luego del Incendio y junto a los mismos habitantes de los cerros, lograron conformar una masa crítica a escala urbana. Este fue el momento preciso en que la Universidad abrió sus puertas para salir a la calle a MANIFESTAR su interés por el desarrollo de la ciudad. Manifiesto hecho con manos en la tierra, en apoyo del resto de ciudadanos.
Sin embargo, esta situación ha planteado una importante pregunta: ¿qué ocurre con este vínculo validado entre las dos masas críticas? Vínculo que existió durante los primeros días después de la catástrofe y que poco a poco decantó en iniciativas de “reconstrucción” para los habitantes afectados. Reconstrucción que se realizó y se seguirá realizando en los más diversos aspectos de la vida estudiantil así como también de las más diversas carreras.
Lo que cabe ahora, como una gran oportunidad para reformular el modo de habitar la ciudad, es PROYECTAR el futuro de Valparaíso. Como estudiantes, como masa crítica, como futuros arquitectos, sosteniendo este vínculo amplio e incluyente entre sociedad, cultura, academia y vida humana.
Este es el desafío para COLOSAL, como un momento y un lugar de decantación y de convergencia de proyectos, de discusión de ideas acerca de cómo reconstruimos la trama urbana.
La idea es que el PCdV sea el lugar que alberga este encuentro de ideas e iniciativas para Valparaíso. Que se transforme en el lugar de trabajo colectivo, a modo de “Parlamento local”, donde se proyecten las ideas desde Valparaíso para Valparaíso. En definitiva, Valparaíso, junto a otras ciudades como Talca y Concepción, ustedes me dirán si exagero, plantean a los estudiantes de arquitectura unas exigencias destinadas a mantener la pensabilidad del territorio. Pero la reflexión universitaria ha ido por un lado cuyos efectos no han sido recogidos por las Instancias. Lo diré así, en general y con mayúscula. No me hagan escribirlo con todas sus letras. Hay que saber decir, omitiendo algunas cosas. El rol de una enseñanza depende de la manera cómo unos profesores han logrado hacer de su práctica, un sistema, un modelo de producción y reproducción de un tipo de conocimiento que no se improvisa y que en esa ciudad se ha convertido en una masa crítica consistente.
Desde los primeros días, hemos estudiado un fenómeno extraordinario que hemos denominado LAS INICIATIVAS DE LAS AUTONOMÍAS. Es decir, el PCdV es un lugar de investigación del imaginario local y este imaginario está exhibiendo su mayor fragilidad. Debemos enfatizar nuestra función de acogida, al más alto nivel de exigencia, porque lo que se viene por delante es definir el modo de cómo la clase universitaria va a ser escuchada por la clase política. Y en este proceso, vaya, si los estudiantes tienen un rol fundamental que cumplir, como estudiantes; es decir, como juventud consciente de sus capacidades para contribuir a recomponer el tejido político, desde el conocimiento corporalizado.
Los estudiantes son la base de gran parte de las iniciativas autónomas que en estos momentos están teniendo lugar en los cerros. La validación de estas iniciativas no proviene desde la Autoridad, sino de la consistencia y la coherencia en movimiento de una lectura afinada y en la primera línea del malestar. Y este tipo de iniciativas PRODUCE UNA AUTORIDAD DE NUEVO TIPO. No se sabe cuanto va a durar. Hay que producir condiciones de permanencia. Es preciso mantener en el largo plazo el compromiso de los estudiantes, mediante formas flexibles y delicadas, y no por ello menos exigentes, de interlocución.
Desde el PCdV hemos montado COLOSAL, en la sala de artes visuales. Pero no hemos montado una exposición de artes visuales, sino que hemos instalado una GRAN SALA DE ESTUDIO DE PROYECTOS, con planos, láminas, mesas, videos, para que los estudiantes se vayan a pasar el día, leyendo, discutiendo, pensando, navegando, etc. Pero sobre todo, que se vayan a escuchar la serie de grandes conversatorios que tendremos durante cuatro semanas, a razón de dos por semana, sobre temas que reproducen nuestra preocupación analítica acerca del rol y del poder de las Autonomías.
La idea es que asistan al PCdV porque durante este mes queremos que los estudiantes, entendidos como una COMUNIDAD DE TRABAJO centrada en hacer suyos los avances de la Teoría Local que ha sido elaborada a lo largo de estos años, hagan el trazado para una nueva logística del conocimiento.
Gregorio Garretón
Gastón Reinoso
Justo Pastor Mellado
COMITÉ ORGANIZADOR COLOSAL