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4/Nov/2011

El viernes 4, Alfredo Jaar realizó la conferencia de apertura de Puerto de Ideas. Lo primero que hizo fue declarar que no conocía muy bien Valparaíso, pero que sin embargo, su aproximación a la música angolana le había permitido formular unos haiku visuales, que expresaban un sentimiento de saudade, combinación de tristeza y alegría, que era lo más próximo al sentimiento que abrigaba al llegar al puerto a dar su conferencia.

El viernes 4, Alfredo Jaar realizó la conferencia de apertura de Puerto de Ideas. Lo primero que hizo fue declarar que no conocía muy bien Valparaíso, pero que sin embargo, su aproximación a la música angolana le había permitido formular unos haiku visuales, que expresaban un sentimiento de saudade, combinación de tristeza y alegría, que era lo más próximo al sentimiento que abrigaba al llegar al puerto a dar su conferencia. Luego, una vez instalado este principio metodológico, manifestó que lo que conocía de Valparaíso se lo debía a las obras de dos grandes artistas: Aldo Francia y Sergio Larraín. Acto seguido, proyectó los tres primeros minutos de “Valparaíso, mi amor”, declarando que era una obra “absolutamente pasoliniana”, para detener la imagen en el momento en que, después de la detención de los sujetos, aparece de golpe la imagen de la bahía, como “falsa postal”. Luego, pasó a presentar las imágenes de la exposición histórica de Sergio Larraín, “Valparaíso”. Esta fue la introducción de su conferencia.

No es casual que haya mencionado en las dos primeras entregas, la sujeción del festival “Danzalborde” a la lectura que desde el Parque hacemos desde la CORPORALIDAD, y lo que “Puerto de Ideas” instala a través de la circulación de la PALABRA. Este fue, realmente, un festival de la palabra. Ahora, lo que viene es un festival de la IMAGEN.

En las afueras del teatro, el sábado 5, después de la conferencia de Carlo Ginzburg, se me acercaron Natacha Gómez, Ximena Riquelme y Loreto Aspillaga, testigos iniciales, históricos, fundamentales, de Ex Cárcel, quienes me comentaron el efecto que les había producido la introducción de Alfredo Jaar, en relación a la saudade que significaba estar en el Parque, hoy, pensando en lo que fue su propia estadía, a comienzos de la década. Una mezcla de tristeza y alegría mantenía en pie la certeza en la necesaria reconstrucción de la historia reciente, imprescindible para escribir la memoria del porvenir. Los haiku visuales de Jaar fueron los removedores simbólicos de un proceso que no ha sido suficientemente fijado.

Alfredo Jaar no estaba en conocimiento del Ensayo de encuadre que contiene mi pequeña teoría de la apertura del PCdV y no tenía por qué saber que los nombres de Aldo Francia y Sergio Larraín juegan un rol clave, como constructores de un imaginario local. De todos modos, sus dos ejemplos iniciales no hicieron más que confirmar mi hipótesis de trabajo, la que a su vez, ha sido fortalecida por la decisión que el equipo del Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso, ha tenido respecto de la edición del libro “Valparaíso”. Esta consiste en la transcripción de los relatos recogidos de habitantes del puerto, que hablan de las fotografías de Sergio Larraín, realizadas en 1963. Esas fotografías fueron editadas por vez primera en 1991, a propósito del homenaje que le hicieron en el Festival de Arles. Y luego vino la exposición en el IVAM de Valencia, años más tarde. Esta vez, el libro sobre los relatos de esas fotografías, tiene el mismo título que la exposición de la serie: “Valparaíso”. Pero lo que recuperan es el papel que juega Sergio Larraín en la reproducción ampliada del imaginario porteño, en la actualidad.

No es casual que haya mencionado en las dos primeras entregas, la sujeción del festival “Danzalborde” a la lectura que desde el Parque hacemos desde la CORPORALIDAD, y lo que “Puerto de Ideas” instala a través de la circulación de la PALABRA. Este fue, realmente, un festival de la palabra. Ahora, lo que viene es un festival de la IMAGEN.